Impacto planetario


Los pasos cercanos de asteroides a la Tierra y las noticias habituales al respecto hacen que nos replanteemos con mayor frecuencia la pregunta de qué efecto tendría sobre el planeta Tierra y la civilización humana una colisión con un pequeño cuerpo cometario o asteroidal.
Ciertamente parece una posibilidad remota, pero... ¿y si sucediese de verdad?


Si echamos un vistazo a nuestro satélite natural, la Luna, bien mirando una fotografía o sencillamente a través de unos prismáticos apoyados en un trípode, lo primero que saltará a nuestra vista es que su superficie se halla completamente craterizada. Incluso aquellos terrenos que se nos antojan más libres de cráteres de impacto (mares lunares) no son más que el resultado de violentas colisiones que excavaron sus tierras altas. Estos eventos tan catastróficos –y habituales– tienen como protagonistas a los cuerpos menores de nuestro sistema planetario (asteroides y cometas) y constituyen parte fundamental de la historia de éste.




Naturalmente no sólo se han producido impactos contra la Luna, sino contra todos los cuerpos que forman el Sistema Solar, incluida la Tierra. De hecho, estas colisiones siguen ocurriendo con cierta frecuencia, tal como se ha constatado, por ejemplo, cuando el tren de cometas Shoemaker-Levy 9 impactó contra el planeta Júpiter, hecho que acaparó la atención de la comunidad científica durante julio de 1994.
Los estudios geológicos llevados a cabo durante las últimas décadas nos han mostrado que nuestro planeta ha sido sometido a un bombardeo meteórico similar al sufrido por la Luna, e incluso más intenso.

En realidad, debido a su mayor fuerza de gravedad, la tasa de impactos en la Tierra es 1.5 veces más alta que la de nuestro satélite natural. Aunque los investigadores han hallado un buen número de cráteres de impacto en la superficie terrestre, la cantidad total de éstos es aparentemente baja, lo cual puede ser fácilmente explicado debido al hecho de que la actividad geológica los ha ido borrando en el transcurso de millones de años. Se pueden invocar algunas causas que expliquen la “desaparición” de estas estructuras de impacto:
- Han sido erosionados (sobre todo los cráteres antiguos y principalmente los de pequeño diámetro).

- Se hallan ocultos, cubiertos por materiales volcánicos o sedimentarios, sólo detectables como anomalías geofísicas.
- La actividad tectónica los ha deformado, de tal modo que resultan irreconocibles.
- Los impactos en las zonas marinas han desaparecido por subducción.
Existe, además, de entre todas las estructuras de impacto conocidas, un “déficit” de cráteres con diámetros pequeños (menores a 20 Km), los cuales resultan más fáciles de borrar de la superficie terrestre que los grandes. De todos modos, a pesar de la ausencia de un buen número de cráteres, contamos con numerosas pruebas, tanto directas como indirectas, que dan fe de violentas colisiones en el pasado y en tiempos relativamente recientes, como son:

- Brechas de impacto.- Conos astillosos.
- Tectitas y microtectitas.
- Minerales que presentan marcas de metamorfismo de impacto.
- Minerales de alta presión

- Discontinuidades erosivas.
- Capas de arcilla enriquecidas en elementos raros, poco comunes en la Tierra, pero frecuentes en los meteoritos (Ir, Pt, As, Au...).
- Variaciones de isótopos estables, como el O, C, Sr87/86, etc...
El rango de tamaño de los objetos impactantes se halla entre cuerpos de pocos metros hasta otros de varios Km de diámetro, produciendo efectos muy distintos, que a continuación trataremos.

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